Cuando me pongo a pensar, igualmente, en las fases del duelo: negación, negociación con la realidad , depresión, ira y aceptación, no se cuánto tiempo duré en cada una de ellas ni tampoco sabría decir en qué momento las viví. En medio de todo ese revuelo inicial pensé en dos caminos. El primero, detener el tiempo, mis responsabilidades. Pensé en esconder a Carla Sofía a la vida. Pensé en que mi vida se acabaría. Pensé muchas veces en acabar con mi matrimonio. Pensé, pensé, pensé… Y poco a poco el día a día me fue enseñando EL segundo camino, que fue el que decidí tomar: ser una madre eficiente porque ahí estaba mi hijo mayor José Ángel, y tanto él como Carla Sofía me necesitaban. Solo pensé en enfocarme, en ocuparme, en buscar todos los apoyos logísticos que la situación demandaba, en organizar nuestro tiempo como familia, en terapias, en aprender braille… En fin, decidí luchar y hacer de la crisis un mundo de potencialidades y habilidades para enfrentar el momento, y decidí enseñar a quienes me rodean.
Si me preguntan si necesité ayuda psicológica, la respuesta es no. En muchas ocasiones lloré, no lo niego. Pero a decir verdad ese llanto sirvió para limpiar el alma, para respirar profundo y seguir. Aquí la psicóloga, la maestra, la guía, fue y ha sido Carla Sofía. Ella misma es la que me ha llenado de numerosas satisfacciones para sobrevivir al dolor.
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Y doy gracias por esta bendición de ser una mamá especial.
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